Juvenal Ravelo en la Bienal de La Habana 2015


(Especial, mayo 2015).- Cuando Juvenal Ravelo aparece, en 1965, en la muestra colectiva Artistas Latinoamericanos en París en el Museo de Arte Moderno en Francia, ya apuntaba a suscitar con estructuras geométricas libres las nuevas experiencias sensibles del cinetismo. Dos años después, en 1967, realiza un mural sobre la fragmentación de la luz y el color para la V Bienal de Jóvenes en París. Al iniciar esta carrera internacional se encontraba realizando estudios de sociología del arte en la Universidad de La Sorbona, donde su profesor Pierre Francastel promulgaba que “la libertad del artista no reside en desconocer la realidad que lo rodea, sino en su capacidad para descubrir ciertos tipos de relaciones que trasciendan la experiencia común”.

El cinetismo y las líneas de abstracción dura, que se le emparentaban dentro de un mismo cuadro genealógico, parecían enfrentadas en una cuestión esencial: la de interpretar el arte como forma de vida, tal como este principio fue formulado en los proyectos de la década de los años cincuenta en el siglo XX. Como cabeza visible del cinetismo, Ravelo se incorpora a la visión de una interpretación dinámica de los fenómenos de la percepción, no para representarlos sino para construir una metáfora objetiva que asigne papel participativo al hombre común, al espectador corriente. Pero los ensayos para expandir el arte en el espacio e integrar las estructuras sensibles a un lenguaje global, de acuerdo con un sistema de formas programado a escala propuesto por sus compañeros de ruta Jesús Soto y Carlos Cruz -Diez, resultaban empresas costosas y poco comprendidas por los urbanistas.

Juvenal Ravelo precisa entonces entrar en un nuevo tiempo en sus investigaciones cinéticas. Se vuelve para él imprescindible salir de los recintos habituales del artista, y da verdadera muestra de talento al insistir en su capacidad en investigar las nuevas formas y maneras. En esa subversión permanente de un artista de alta significación social y humana, un día Juvenal Ravelo de regreso a Venezuela deja “su taller de París para ir a ver a sus viejos vecinos del barrio y los invitó a la más inesperada y extraordinaria fiesta. Llegó cargado de latas de pintura y los convidó a pintar, entre todos, por un patrón diseñado por él, las fachadas de las modestas viviendas. Fue una fiesta incomparable y un descubrimiento. En un día de inusitado hallazgo cambiaron el pueblo y el marco de sus vidas. La vieja calle se convirtió en un arlequín de alegría. Y cuando Ravelo se marchó se dieron cuenta de que les había regalado una fiesta sin término, un pueblo nuevo y acaso una nueva vida”, relata el escritor Arturo Uslar Pietri, en su libro Fachas, Fechas y Fichas, Caracas, 1980. Desde París, el autor de Rayuela, Julio Cortázar, en 1979, celebra esta experiencia en una carta: “Querido Juvenal: Después de ver el cortometraje realizado por Luis Altamirano, Ravelo y el arte de participación en la calle, siento que esta vez el arte me ha tocado profundamente y hoy estoy viendo un enfoque distinto, un arte que reivindica a los vecinos olvidados en los rincones alejados de los grandes centros de cultura del mundo. Les devuelve la felicidad, es otro arte”.

Premio Nacional de Artes Plásticas en 2008, Juvenal Ravelo siempre comprendió que el arte es un hecho positivo en tanto surge de una necesidad de experimentación permanente. De esta forma, “desde hace casi tres décadas Juvenal Ravelo ha emprendido uno de los más subversivos proyectos que artista alguno se haya planteado en nuestro país. Subversivo por razones ajenas a las de pretender, por ejemplo, ser designio monumental, ni revelación sagrada, ni encumbrado aparato de detonaciones de fuegos fatuos, ni suprema invención destinada a dispensar la gloria. Subversivo, simplemente, porque en su significación y trascendencia toca los fondos de lo humano en el vivir”, refiere el poeta Gustavo Pereira en la Revista BCV Cultural, Caracas, 2006. Este es el reto aceptado por el artista dentro del arte, al lado de su obra individual. Ravelo reconoce el muro y la calle como un plano común y comunicativo, a los que les devuelve su función estética con la combinación de formas y la huella sensible del color, desprovisto de todo sentido discursivo para convertirlos en su finalidad principal: animar un proceso ordenador y creador para que el sentimiento explayado en la comunidad participe de manera directa en la elaboración de obra artística colectiva.

En la 12º Bienal de La Habana de 2015, sin abandonar el ámbito de sus reflexiones de más de cincuenta años de experiencia, el maestro Juvenal crea una nueva estética, dinámica y popular con el color y las estructuras de módulos geométricos; transforma, suscita o permite, como escribe el poeta Pereira, “que aflore a plenitud no sólo la percepción sensible de quienes sólo conocieron o conocen de laberintos de la precariedad, sino hacer de la morada que se habita y del entorno urbano que se padece espacio urbano digno, mediante la incorporación del trabajo artístico creador y vigilante de los niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, de la comunidad” del sector Casablanca. Cuando se marche se darán cuenta que el artista venezolano Juvenal Ravelo: “les había regalado una fiesta sin término, un pueblo nuevo y acaso una nueva vida”.

Élida Salazar, Curadora / Caracas – Venezuela